Ser fotógrafo de bodas y capturar sensaciones, es mi estilo de vida; quién me conoce sabe que disfruto con mi trabajo, me apasiona y eso se refleja en los resultados.
Formada académicamente en Madrid y Barcelona, no me considero una fotógrafa de exposiciones, sino de emociones. No busco poses, sino naturalidad. Retratando siempre desde dentro aunque parezca que enfoque meramente al exterior.
A través de un largo expediente, he sabido debatirme entre líneas tan sutiles como la imprevisión y la elegancia, el ritmo y la quietud. Realizar un reportaje fotográfico de bodas es mucho más complicado de lo que parece, te la juegas a una sola pasada por la ruleta de las hojas de un álbum, porque en cualquier reportaje anterior está tu currículo.
Creo que lo más difícil de un fotógrafo de bodas, consiste en aunar el arte, la sensibilidad, con la agilidad imprescindible del oficio; una boda impone de por sí tal celeridad que el marcaje de los tiempos sólo está al alcance de los que saben enfrentarse a todas las improvisaciones. No existe dos bodas iguales; es un tipo de acontecimiento cuya naturaleza siempre plantea soluciones inmediatas, simultaneando recursos fundamentales que se deciden en segundos: el encuadre, la iluminación, su situación o la distancia.
En definitiva, me encanta narrar historias con mi cámara y modelar imágenes con la luz…